Para mí, el haber trabajado durante el verano en la Fundación Zuá me dejó una gran satisfacción y, por supuesto, ganas de volver. Los tutores; jóvenes tan entregados que a su corta edad tienen claros los objetivos que persiguen, se esmeran en el trabajo y son un ejemplo a seguir para los niños. El descubrir esta explosión de pasión por servir, un espacio en donde los niños pueden tener acceso a una realidad diferente, una realidad que los llene de curiosidad y ganas de comerse al mundo. En este lugar existe una determinación implacable que mantiene a todos los que están en esta misión a flote, unas ganas de salir adelante que se contagian, sonrisas y abrazos, cariño en cada niño que tienes la fortuna de conocer.
Mis días en la fundación lograron convencerme de que en cada niño se vislumbra una esperanza, una posibilidad de cambio, de nuevos líderes. Educar niños, me parece, es una de las tareas más difíciles e importantes que existen en la actualidad, ya que se trata de formar seres humanos con valores y responsabilidad social. “Generadores de futuro” eso es lo que son. Yo agradezco enormemente la oportunidad que tuve de conocerlos, de dejarme entrar en su mundo y poder compartirles el mío. Agradezco cada lección que aprendí de los niños y cada horizonte que abrí ante sus ojos, cada sonrisa que me provocaron y cada pizca de curiosidad que yo pude haberles dejado, agradezco el cariño que recibí de todos; niños, tutores, cocineras y les mando todo el mío desde mi país.